La evolución de los baños: Lecciones históricas para aspirar a un futuro con espacios seguros e inclusivos
Avanzar significa también mirar hacia atrás. Cumplir la misión de crear baños seguros e inclusivos que satisfagan las necesidades de un rango diverso de personas de diferentes edades, géneros, religiones y capacidades requiere de una perspectiva amplia. Para poder entender cómo llegamos al “punto muerto” en el que nos encontramos hoy respecto al debate sobre el diseño de estos espacios, debemos considerar que los baños fueron y son proyectados dentro de un contexto social e histórico particular.
La historia es una herramienta crucial, un testimonio constante de las prácticas evolucionan y de que el futuro puede ser diferente al presente. La creación de espacios públicos que fomenten la diversidad y la inclusión depende de que primero se identifiquen y luego se superen las fuerzas históricas e ideológicas profundamente arraigadas que han dado forma a los espacios que habitamos diariamente. Debemos comprender que la arquitectura es una disciplina inherentemente prescriptiva y prospectiva: creamos planos de espacios que habitaremos en el futuro. Si queremos imaginarnos un porvenir alternativo, la historia es un punto de partida crucial.
Hay una vasta literatura dedicada a la historia de los baños que nos permite comprender la evolución que estos espacios han sufrido a lo largo del tiempo -principalmente desde una perspectiva angloamericana-. Una amplia gama de autores de diversos campos como son la historia de la arquitectura o el psicoanálisis han explorado este rico territorio desde una variedad de perspectivas: teóricas, sociales, económicas y tecnológicas –accede a la bibliografía recomendada por Salled! a través del siguiente enlace-. Este texto no busca ser un relato descriptivo y desapasionado o un mero compendio de información, sino que más bien busca problematizar las ideas que actualmente tenemos sobre los baños, sintetizando algunos aspectos históricos destacados para desestabilizar las maneras de comprender este espacio cotidiano -el baño segregado por sexos- cuyo diseño suele “darse por sentado”, considerándose universal e inevitable. Mi objetivo es disipar la suposición predominante de que el diseño de los baños está moldeado por la función, tal como lo dictan los parámetros biológicos y tecnológicos. Espero demostrar que la historia del diseño es culturalmente relativa, una narrativa compleja que toma en consideración una serie interconectada de fuerzas políticas, económicas y tecnológicas que son impulsadas por las cambiantes concepciones culturales sobre la naturaleza de la salud y la higiene, la privacidad y el decoro, los ricos y los pobres, el sexo, la raza y el género.
La estructura de este resumen refleja una clara bifurcación en la historia de la arquitectura de los baños: hasta el siglo XIX, el lavado y la eliminación de desechos estaban separados espacialmente hasta el advenimiento de los sistemas de suministro de agua que hicieron posible las alcantarillas subterráneas a finales del siglo XIX. Por lo tanto, esta narración se divide en tres secciones. Las dos primeras se presentan como cronologías paralelas de los espacios que albergaban, por un lado, las actividades de limpieza corporal y por el otro, la eliminación de desechos. La tercera sección, dedicada al diseño de los baños de los siglos XIX y XX, discute cómo estas dos prácticas de baño se consolidaron por primera vez en una sola habitación. Esta unión definición la configuración que actualmente conocemos. -Nótese que esta cronología de las prácticas de baño está centrada en Occidente y no tiene en cuenta la acomodación espacial de las prácticas de baño no occidentales. -
Parte 1: Limpieza
La antigüedad y la Edad Media
A lo largo de la historia de la humanidad el lavado y la limpieza corporal, una práctica que hoy en día asociamos directamente con la higiene, ha comenzado a “pasar de moda”.Los historiadores describen cómo desde el Imperio Romano hasta la Edad Media, hombres y mujeres se lavaban en baños comunales. Abiertos desde la hora del almuerzo hasta el atardecer, los baños romanos, como las Termas de Caracalla y Diocleciano en Roma, fueron hazañas de la ingeniería arquitectónica famosas por sus amplias bóvedas de cañón y sus monumentales cúpulas revestidas de suntuosos mármoles y mosaicos y alimentadas por el agua suministrada por acueductos. Construidas y dirigidas por el Estado, eran un destino diario común para todas las clases de hombres y mujeres romanos donde bañarse y socializar. Estos edificios multiusos no sólo incorporaban una variedad de piscinas frías, tibias y calientes, sino también servicios como tiendas, gimnasios y bibliotecas. Algunos podían acomodar a más de 8.000 personas a la vez.![Pintura de las Termas de Caracalla (1899). Image © Lawrence Alma -Tadema [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/41aa/b357/655d/4600/0023/newsletter/Lawrence_Alma_-Tadema__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594114468)
El Renacimiento y la Ilustración
Pero durante casi 200 años, desde 1500-1750, durante el Renacimiento y la Reforma Protestante, hubo una suspensión parcial de estas actividades comunes de limpieza corporal. El declive fue producto de dos factores: cuestiones morales y las concepciones pre-científicas sobre el contagio de enfermedades. Los baños termales se ganaron una mala reputación y fueron cerrados. La gente creía que enfermedades como la sífilis se propagaban por el agua contaminada y a través del aire maloliente que emanaban los lugares con malas condiciones sanitarias, los espacios hacinados y la ropa sucia. Según la sabiduría popular del momento, el lavado aceleraba los procesos de contagio, permitiendo que las enfermedades contenidas en el agua y el aire penetraran en los poros y orificios humanos. Como consecuencia, los baños públicos se cerraron y el lavado comenzó a practicarse en privado. Para no sumergir sus cuerpos en agua peligrosa, el lavado personal frecuente fue reemplazado por la ropa lavada, entonces la apariencia se volvió más importante que la higiene. Los manuales médicos incluso aconsejaban a la gente lavar sólo las partes del cuerpo que eran visibles para el público -cara, cuello y manos- y enmascarar los olores corporales ofensivos con perfume. Los cuellos y puños de lino blanco sin manchas eran un signo visible de riqueza y estatus social.![Mujer secándose después del baño , c.1885 de la serie "Woman in a Tub". Image © Scan by NYPL [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/a743/b357/6588/b300/0115/newsletter/Edgar_Germain_Hilaire_Degas_028.jpg?1594140475)
El Siglo XIX
A mediados del siglo XIX, los valores de la era victoriana y los avances en la ciencia médica llevaron a una reivindicación de la limpieza corporal en Gran Bretaña y Norteamérica. Allí la clase media desarrolló una ideología de la limpieza que equiparaba la higiene personal con la pureza, la moralidad y la respetabilidad cristianas. Dos médicos influyentes, el Dr. James Currie y Sir John Floyer, sostenían que el baño frecuente era terapéutico. Sus propiedades curativas llevaron a la apertura de baños árabes (hammam), una moda inspirada en el orientalismo con elementos de diseño "exóticos".![Baño turco (hammam) Grabado por M.J. Starling después de T. Allom. (Wellcome Library, London). Image © Wellcome Images [Wikimedia] Bajo licencia CC BY 4.0](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/3d4b/b357/6588/b300/002a/newsletter/A_Turkish_bath._Engraving_by_M.J._Starling_after_T._Allom._Wellcome_V0020027.jpg?1594113343)
Antes de la llegada del agua de baño con cañerías en la década de 1860, los ricos dependían de los sirvientes para llevar pesados cubos de agua caliente desde los sótanos hasta los dormitorios para llenar y vaciar jarras, cuencos y orinales de porcelana. Pero a finales de siglo, los baños privados con agua caliente se hicieron cada vez más comunes en los hogares de clase media americana y británica. El olor corporal, un signo de división de clases, podía ser superado; todos tenían derecho a oler como un aristócrata bien cuidado.
Parte 2: Eliminación
En su libro "History of Shit", Dominque Laport describe cómo desde la antigüedad hasta la Edad Media, los excrementos humanos eran considerados sucios y de mal olor pero no provocaban los intensos sentimientos de vergüenza y asco que provocan hoy en día. Aunque el acceso a la gestión de residuos era una función de privilegio de clase, sin importar la posición social de cada uno, entrar en contacto con la orina y las heces era una parte inevitable de la vida cotidiana.La Antigüedad y la Edad Media
Los sistemas de alcantarillado como la Cloaca Máxima en Roma eran maravillas de la ingeniería que arrojaban los residuos de las casas privadas de los ricos y las letrinas de la planta baja de algunos edificios de apartamentos a través de un canal central hacia el sistema principal de alcantarillado y hacia un río o arroyo cercano. Sin embargo, la mayoría de la gente usualmente arrojaba estos residuos a la calle -y los peatones debían esquivarlos-. La Ley Dejecti Effusive pagó daños a las personas heridas durante los incidentes cotidianos.Los romanos de todas las edades defecaban en letrinas comunales que muchos arqueólogos creen que eran mixtas. Situadas en los centros urbanos, las letrinas eran instalaciones arquitectónicamente distintivas, a menudo diseñadas junto a jardines que albergaban de cuatro a cincuenta personas, haciendo de la defecación una actividad social. Las letrinas eran grandes habitaciones rectangulares, cubiertas pero abiertas en el centro para la ventilación y revestidas en su perímetro con bancos continuos de madera o piedra con aberturas en forma de cerradura. El agua fluía en canales bajo los asientos, transportando los residuos al sistema de alcantarillado municipal. Después de eliminarlos, los romanos se limpiaban a sí mismos usando una esponja de mar compartida embebida en vinagre. Algunas letrinas estaban elaboradamente decoradas con revestimientos de mármol, mosaicos y frescos.
![Dibujo de letrinas comunales en uso. Image © Carole Raddato [Flickr] Bajo licencia CC BY-SA 2.0](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/47d5/b357/655d/4600/0030/newsletter/Carole_Raddato__Flickr__Bajo_licencia_CC_BY-SA_2.0.jpg?1594116037)
Aunque carecían de la sofisticada infraestructura de saneamiento urbano que caracterizó a la época romana, la historiadora Carole Rawcliffe describe cómo las ciudades medievales se comprometieron a financiar y mantener los retretes públicos, denominados "pissyngholes" y “privies”. Muchas eran grandes instalaciones donde personas de ambos sexos defecaban a través de agujeros insertados en puentes que depositaban residuos humanos en los ríos de abajo. La Longhouse de Whittington, ubicada en Greenwich Street, Londres, tenía capacidad para 84 personas. Sin embargo, en su mayor parte, los desechos humanos se arrojaban directamente a las sucias calles de la ciudad, una práctica que continuaría hasta la introducción de los sistemas de alcantarillado en el siglo XIX.
![Antiguas letrinas romanas . Image © Fubar Obfusco [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/492c/b357/6588/b300/0042/newsletter/Fubar_Obfusco__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594116390)
Ilustración
Las actitudes sobre la eliminación cambiaron drásticamente durante la Ilustración: la aparición de la noción de individuo autónomo puso en primer plano la modestia personal, especialmente entre los sexos. Antes de que fuera mal visto, era común para la gente de todas las clases sociales, orinar y defecar en interiores, en chimeneas y rincones ocultos, así como en exteriores, en calles y callejones, a la vista de los demás. Sin embargo, ahora estas prácticas se consideraban objetables, si no francamente repugnantes. Por ejemplo, un manual de leyes sociales dictaba que ya no era apropiado entablar una conversación con gente que estaba en cuclillas en la calle. [3] Por primera vez, las partes del cuerpo y los desechos humanos se consideraban elementos vergonzosos que debían ocultarse a la vista.La moda femenina del siglo XVIII se diseñó teniendo en cuenta la modestia: las mujeres aristócratas podían ocultar discretamente un "bourdaloues", un receptáculo en forma de barco de porcelana bajo sus voluminosas faldas.
![Cuadro "La Toilette intime (Une Femme qui pisse)" 1760. Image © François Boucher [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/4045/b357/6588/b300/002e/newsletter/Fran%C3%A7ois_Boucher__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594114112)
Siglo XIX
La incorporación de inodoros con descarga en las viviendas ejemplifica cómo la aceptación de las innovaciones tecnológicas puede estar ligada a un cambio de actitudes sociales. Aunque Sir John Harrington instaló el primer inodoro con descarga de agua en su casa de Bath en 1596, no se hizo popular hasta la Gran Exposición de 1851, donde se exhibió un modelo diseñado por Thomas Crapper para ser producido en masa. Algunos atribuyen su tardía adopción a la falta de acceso al agua corriente y a las convenciones sociales del momento.![Anuncio de baño de Thomas Crapper, 1880s. Image © Thomas Crapper, co [Wikimedia] bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/4a3d/b357/655d/4600/0031/medium_jpg/Thomas_Crapper__co__Wikimedia__bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594116666)
!["The silent highwayman": La muerte navega el Támesis cobrando las vidas de quienes no han pagado para que se limpie el río durante la Gran Peste. Image © Punch Magazine [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/433e/b357/6588/b300/0033/newsletter/Punch_Magazine__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594114873)
![El sistema de alcantarillado de Londres en construcción (1860) Unknown author. Image © Ineuw [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/43f1/b357/6588/b300/0034/newsletter/Unknown_author__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594115053)
Parte 3: El baño moderno
Abyección
A finales del siglo XIX, dos actividades -lavado y eliminación- se consolidaron en una habitación cerrada configurada en dos tipos de baños estándar que han llegado hasta nuestros días: el baño doméstico privado y el baño público segregado por sexo. A lo largo del siglo XX, sus diseños se refinaron a medida que los arquitectos modernos y los diseñadores respondían a las nuevas ansiedades culturales sobre el cuerpo "abyecto".![Interior del cuarto de baño por J.L. Mott Iron Works. (1888). Image © Scan by NYPL [Wikimedia] Bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/5066/b357/6588/b300/004e/newsletter/Scan_by_NYPL__Wikimedia__Bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594118237)
Aunque varían en textura y apariencia, las sustancias abyectas comparten una característica común: se consideran inmundas. Pero como Mary Douglas argumenta, no hay nada inherentemente sucio en la suciedad. La suciedad es una construcción cultural, "materia fuera de lugar", que "ofende el orden".[4] Por esta razón, los elementos viscosos se consideran especialmente repelentes porque existen en un estado límite e indeterminado entre sólido y líquido que desafía nuestro sentido de orden y control. Y lo que es peor, a veces son descargados por cuerpos que han perdido el control físico debido a la enfermedad, la vejez, la discapacidad o la muerte.
![Baño moderno (Ilustración de catalogo 1912). Image © Internet Archive Book Images [Flickr] bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/3a34/b357/6588/b300/0028/newsletter/Internet_Archive_Book_Images__Flickr__bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594112557)
Esta abyección se ha utilizado para perpetuar las brechas de género, el racismo y la homofobia. Los fluidos abyectos están implícitamente asociados con la feminidad, la maternidad, el embarazo y la menstruación, reforzando la idea de que las mujeres, al igual que los fluidos corporales que expulsan, son sucios y potencialmente contaminantes. Paradójicamente, hasta el siglo XX, a los hombres, a diferencia de las mujeres, se les permitía orinar en las calles y el semen, una sustancia que posee todas las características de lo abyecto, se celebra en las charlas de vestuario y en la pornografía. En otra línea, los racistas consideran que la piel no blanca es sucia. Los supremacistas blancos estadounidenses justificaron las leyes de Jim Crow que ordenaban la segregación de los espacios públicos, incluidos los baños "de color", argumentando que los afroamericanos exponían a los blancos a enfermedades contagiosas como la sífilis y que amenazaban con contaminar la pureza de la raza blanca mediante el mestizaje [6]. El erotismo no hetero-normativo fue catalogado de la misma manera como una amenaza para muchos hombres heterosexuales. Este profundo temor se materializó durante la crisis del SIDA, cuando los hombres homosexuales fueron retratados como portadores de enfermedades que amenazaban con exponer a los heterosexuales a fluidos corporales infecciosos en los baños públicos.
![Bebederos de uso diferenciado en el sur de EEUU. Image © Tullio Saba [Flickr] bajo dominio público](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/3c05/b357/655d/4600/001c/newsletter/Tullio_Saba__Flickr__bajo_dominio_p%C3%BAblico.jpg?1594113021)
Modernidad
Historiadores como Ian Miller han demostrado que los sentimientos de vergüenza desencadenados por las sustancias corporales se remontan a la antigüedad.[7] No es de extrañar que la reputación de los baños, y en particular de los baños públicos, se viera empañada. Fueron vistos como lugares donde la gente inevitablemente entra en contacto con sustancias abyectas descargadas de sus propios cuerpos y de los de los extraños. En respuesta, la arquitectura moderna vino al rescate. Arquitectos como Le Corbusier y Adolf Loos estudiaron el diseño de los baños para superar la amenaza de la abyección. En sus polémicas publicaciones, Le Corbusier y Adolf Loos celebraron lo que era en ese momento una nueva tecnología: la fontanería y los accesorios de plomería junto con superficies blancas y brillantes de piedra, porcelana o azulejos. Los baños conectados en red a los sistemas de saneamiento de la infraestructura urbana permitieron a los arquitectos literalmente eliminar las secreciones corporales que propagaban enfermedades y que plagaban las anteriores civilizaciones urbanas europeas.Pero también, los arquitectos modernos unieron los sistemas de gestión de residuos con la estética. El diseño de Le Corbusier para el baño principal de la emblemática Villa Savoye ejemplifica cómo los arquitectos recurrieron a estas estrategias duales para superar la abyección a través del diseño.[8] Los baños modernos antisépticos permitieron a los usuarios repudiar su carne mortal y sus subproductos a través del ocultamiento. Los lavabos e inodoros producidos en masa fueron diseñados con desagües discretamente colocados para eliminar la evidencia visual y olfativa de los residuos. Le Corbusier publicó diagramas que comparaban los servicios mecánicos de un edificio -manipulación del aire y fontanería- con los sistemas respiratorio, circulatorio y excretorios humanos. Ambos sistemas, el no humano y el humano, están ocultos a la vista, escondidos en cavidades detrás de las pieles que visten a las personas y los edificios.
Para Le Corbusier, la exhibición y la ocultación se podían articular. En sus publicaciones, el arquitecto incluyó fotografías del innovador baño principal de la Villa Savoye, que trató no como un retrete cerrado convencional, sino como un recinto abierto revestido de azulejos antisépticos. Está dividido del dormitorio principal sólo por una plataforma elevada de azulejos que incorpora una bañera empotrada y una pared de azulejos cuyo contorno curvilíneo se asemeja a un chaise longue. Cuando se ve desde el dormitorio principal, este conjunto escultórico enmarca una vista de los accesorios que Le Corbusier trata como iconos. Las superficies de porcelana impermeables y fáciles de limpiar dan la tranquilizadora impresión visual de limpieza. Curiosamente, el inodoro ofensivo permaneció discretamente escondido en un armario aislado.
![Baño principal de la Villa Savoye (1929). Image © Adaptor - Plug [Flickr] bajo licencia CC BY-NC 2.0](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/393d/b357/655d/4600/001a/newsletter/Adaptor_-_Plug__Flickr__bajo_licencia_CC_BY-NC_2.0.jpg?1594112307)
Siglo XX
A mediados del siglo XX, el baño higiénico fue concebido como territorio de las mujeres. Los baños reforzaron la división de género en materia de trabajo doméstico. Los fabricantes aprovecharon una oportunidad lucrativa para vender productos dirigidos a las consumidoras de clase media. En publicaciones como House and Garden, los anuncios presionaban a las mujeres para que compraran los últimos productos y accesorios de baño para demostrar que eran dignas amas de casa capaces de mantener los estándares de limpieza sin precedentes. Las campañas de marketing masivo unieron el consumo, la estética y la higiene. El ritual del baño del sábado por la noche una vez a la semana fue sustituido por la ducha o el baño diario promovido como un emblema de la higiene doméstica por los anuncios de baño.[9]![Publicidad "The Pink Bathroom" (Revista American Home1947). Image © Pamla J. Eisenberg [Flickr] bajo licencia CC BY-SA 2.0](https://images.adsttc.com/media/images/5f04/3b52/b357/655d/4600/001b/newsletter/Pamla_J._Eisenberg__Flickr__bajo_licencia_CC_BY-SA_2.0.jpg?1594112839)
La desaparición del baño público
El auge del baño privado coincide con el declive del baño público. Los primeros baños públicos inaugurados en el Palacio de Cristal fueron una sensación popular y copiados en ciudades de toda Europa y América. Sin embargo, los baños públicos, considerados antiguamente como una característica obligatoria de cualquier metrópoli civilizada europea o americana del siglo XIX, se volvieron escasos en el siglo XX. Ya no se consideraba un componente esencial del reino público como lo fue desde la antigüedad hasta el siglo XIX, para el siglo XX los baños se convirtieron en un mal necesario, una concesión a la necesidad biológica, un destino que estamos obligados a usar cuando no estamos en casa. De hecho, en América el "baño público" es un término equivocado: hoy en día, si se puede encontrar, son servicios de acceso limitado, disponibles sólo para los clientes a los que se les permite el acceso a los edificios privados en los que se encuentran: oficinas, restaurantes, teatros y centros comerciales. Los pocos baños verdaderamente públicos que quedan tienden a encontrarse en los centros de transporte y se consideran lugares a evitar: lugares sucios, llenos de enfermedades y peligrosos frecuentados sólo por marginados sociales.Lecciones Históricas - Conclusiones
¿Qué lecciones se pueden derivar de esta historia cultural sobre el diseño de los baños? La variedad de iteraciones que han asumido los baños desafía el mito modernista imperante de que el baño es funcionalista por excelencia y su diseño se encuentra determinado por consideraciones técnicas, fisiológicas y psicológicas aparentemente objetivas y naturales. Los precedentes históricos demuestran que ya no es necesario aceptar el baño segregado por sexos como una inevitabilidad histórica: los ejemplos de baños termales y letrinas comunales romanas y medievales, junto con los baños privados de patio trasero americanos compartidos por las familias, disipan el mito imperante de que los baños segregados por sexos responden a una necesidad universal de privacidad entre los sexos. La historia demuestra que el baño segregado por sexo es un invento victoriano, basado en el supuesto problema de que las mujeres eran emocional y físicamente vulnerables y necesitaban refugiarse en espacios exclusivos para mujeres cuando se aventuraban fuera del hogar en el espacio público [11].La historia se convierte en una fuerza liberadora que nos enseña que el futuro no tiene por qué ser como el pasado. Nos invita a renunciar a códigos y normas anticuados y a sustituirlos por alternativas de diseño nuevas e innovadoras que registren la naturaleza compleja, fluida e interseccional de la raza, la clase y el género de manera que se cumplan los objetivos de equidad, diversidad e inclusión social. El precedente análisis revela que algunas soluciones de diseño que a primera vista podrían parecer radicales -como la solución multiusuario que defiende Stalled!- simplemente reviven ideas del pasado. Y en el proceso de inventar futuros alternativos, podemos inspirarnos en algunos de los grandes ejemplos arquitectónicos de la historia. Desde Thomas Jefferson, la arquitectura cívica americana ha buscado abrazar la tradición clásica romana. ¿Por qué no podemos aprender de los Baños Romanos e invertir recursos del gobierno en proyectos que reconozcan los baños públicos como componentes clave de la infraestructura pública? En lugar de tratarlos como espacios de uso único a los que acudimos para realizar actividades que nos enseñan a avergonzarnos como lo hacemos ahora, ¿podríamos seguir los pasos de los romanos y reconcebir los baños como destinos sociales multiusos arquitectónicamente distintivos en los que se mezclan personas de diferentes clases, identidades y corporalidades?

- Este artículo fue escrito por Joel Sanders en el marco de las investigaciones de Stalled!. Puedes conocer más sobre sus iniciativas -conferencias, talleres, escritos, entrevistas, directrices de diseño y prototipos- a través del siguiente enlace.
- Stalled! toma como punto de partida los debates sobre el acceso de las personas transgénero a los baños públicos para abordar una cuestión urgente de justicia social: la necesidad de crear baños públicos seguros, sostenibles e inclusivos para todos, independientemente de la edad, el género, la raza, la religión y las capacidades.
Notas
1. Penner, Barbara. Bathroom. London: Reaktion Books, 2013. p.182. Slavoj Zizek on “Toilets and Ideology,” www.youtube.com; The Plague of Fantasies (London: 2008) pp. 4-5. Quoted in Penner p.143. Blumenthal, Dara. Little Vast Rooms of Undoing: Exploring Identity and Embodiment Through Public Toilet Spaces. New York, London: Rowman & Littlefield, 2014.4. Douglas, Mary. Purity and Danger: An Analysis of Concepts of Pollution and Taboo. London: Routledge, 1966. p. 35.5. Grosz, Elizabeth. Volatile Bodies. Toward a Corporeal Feminism. St. Leonard’s: Allen and Unwin. 1994. p.193.6. Abel, Elizabeth. Bathroom Doors and Drinking Fountains: Jim Crow's Racial Symbolic.7. Miller, Ian Miller. “The Senses.” In The Anatomy of Disgust. Cambridge, Mass.: Harvard. University Press, 1997.8. Helen Molesworth. “Bathrooms and Kitchens: Cleaning House with Duchamp.” In Plumbing: Sounding Modern Architecture. Ed. Nadair Lahji & D.S. Friedman. New York: Princeton Architectural Press, 1997.9. Lupton, Ellen and Miller, J. Abbot Miller. The Bathroom, the Kitchen and the Aesthetics of Waste. New York: Princeton Architectural Press, 1992.10. Baldwin, Peter C. “Public Privacy: Restrooms in American Cities 1869–1932” Journal of Social History. Volume 48. No 2 (2014) p. 264-288.11. Kogan, Terry. 2007. “Sex-Separation in Public Restrooms: Law Architecture, and Gender.” Michigan Journal of Law.Galería de Imágenes
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